Eran tiempos de la Revolución, y mi padre era un general al servicio del presidente Venustiano Carranza. Recuerdo muy bien los días en que habían reuniones urgentes y muy importantes para buscar una solución a los problemas del país. El presidente Venustiano Carranza, mi padre y otras personas se reunían en diferentes lugares. Una de las pocas veces que fue don Venustiano Carranza a visitar a mi padre fue un caluroso sábado por la mañana. Mi familia y yo descansábamos, cuando de repentinamente tuvimos una visita. Mi padre nos mando arreglar a mis hermanos y a mí, para estar presentables. Cuando entramos a la habitación, me sorprendí muchísimo porque aunque había escuchado hablar de él, todavía no lo conocía en persona.
Era un señor alto, gordo y con un gran bigote, estaba bien vestido e impecable con su traje militar.
Mi padre nos presento y uno por uno dijimos nuestros nombres, cuando fue mi turno estaba muy nerviosa, ya que debíamos ser muy respetuosos porque era una persona muy importante. Nos saludo y nos dijo que nuestro padre era uno de sus mejores colaboradores y amigo, y debíamos estar orgullosos de el por su valentía. A mí me pareció increíble escuchar de su propia voz esas palabras. Tenía una voz gruesa e imponente pero a la vez tranquila.
Nosotros nos retiramos de la habitación, para que platicaran de sus asuntos. Al terminar la reunión, mi padre nos llamó para despedirnos de Don Venustiano Carranza, mi madre le agradeció la visita y respetuosamente nos despedimos de él. Nunca olvidaré la emoción y el sentimiento que tuve el día que conocí a Don Venustiano Carranza.
Muy bonita historia.
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